domingo, 9 de febrero de 2020

Personificación divina.






La luz procedente de la hoguera central resaltaba sus movimientos fugaces, delicados y a la vez bruscos, siguiendo el compás de las notas derivadas de los distintos instrumentos que se encontraban alrededor.


Su transpiración se reflejada con las flamas danzantes destacando su silueta y cada centímetro de piel descubierta del abdomen, el escote del sencillo top de tirantes con incrustaciones brillantes en toda la tela y de los brazos descubiertos donde se apreciaban sencillos dibujos representativos. Sus piernas eran cubiertas por una larga tela, sin embargo en el lado izquierdo se encontraba abierto, brindando un pequeño vista a lo prohibido.


Una tobillera que portaba en la pierna derecha con pequeñas lentejuelas doradas provocaba una suave sonoridad en cada paso hechizante que realizaba. Una curva adornaba su delicado y perfecto semblante, su cabello recogido en una cola alta acariciaba su espalda en cada movimiento.


Su desplazamiento era como un susurro al alma, eclipsando la atención de todos los del pueblo y su elegancia al completarlos desencadenaba una vibración en todo el cuerpo, generando un cosquilleo en la piel. Mi cuerpo entero estaba en trance, mis manos en el bongo se movían en automático, empero hacían eco de aquellos gritos y sentimientos muy profundos.


Su belleza era inaccesible, similar a una cempasúchil a primera instancia podría parecer simple, sin gracia, más sin embargo al contemplarlo con otra perspectiva, aún sencilla su belleza era delicada, sutil y enigmática, completamente cautivadora.


Ella dominaba cada una de mis respiraciones, mis latidos y era dueña de cada suspiro que emanaba al contemplarla reír, danzar o pronunciar aquella risa hipnotizante. El más puro e incontrolable sentimiento gritaba por salir, manifestarse y alcanzarla.


Cada año en mi pueblo se conmemora a la diosa Xochiquétzal, a la cual se le acredita el nombre y la dicha de este mismo. Es alabada cada año en la festividad más imponente y magnificente, la cual busca resaltar cada una de las virtudes de la divinidad, sus regalos al pueblo como son la danza, el canto, las bendiciones a los hogares, el amor pasional, entre otros. Una de las tradiciones es la danza representativa, en la cual una de las mujeres habitantes del lugar la personifica bailando y cantando acompañada de diversos instrumentos que generan la música adjudicada a la diosa.


Ella había sido elegida para ser la bailarina y cantante central por su talento nato, además de poseer aquella personalidad positiva, encantadora y risueña. Verla de pie el escenario, articulando aquellas palabras procedentes de nuestra lengua natal y recreando los pasos ancestrales, como nunca antes se había apreciado en generaciones, creaba dentro de mí una gran explosión de sentimientos.

Aquella chica que había cautivado a todos los presentes y que había embelesado por completo mi ser, era la viva encarnación de la diosa Xochiquétzal.

2 comentarios:

  1. ¡Hola! Mira que no sabía nada de esta diosa (luego me enseñas a pronunciarlo, que me hago un ocho). Me ha gustado y ese final abierto da para una continuación de ese romance entre el humano enamorado de la reencarnación de la diosa.

    ¡Un abrazo!

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